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Acompañar. Escuchar. Estar presente.

¿Cuántas veces has pensado en hacer algo, pero luego no encuentras el momento o las fuerzas para ponerte a ello? Postergas y encuentras mil excusas para no hacerlo.

587578La cuestión es que muchas veces estas ideas nos las creemos a nivel intelectual, pero nuestro cuerpo no se ha enterado de nada. Somos capaces de dar vueltas y vueltas a lo mismo para no llegar a ninguna conclusión, o llegar a conclusiones con las que nos sentimos incómodos. Y ahí está el quid de la cuestión, se nos olvida tener en cuenta en nuestras decisiones qué es lo que sentimos.

Nuestro cuerpo tiene mucha más información de la que nos podemos imaginar. En nuestro cuerpo se encuentran almacenadas nuestras experiencias pasadas: miedos, alegrías, sorpresas,… y que de forma inconsciente nos ayudan o paralizan ante la acción.

¿Y qué ocurre cuando esos miedos inconscientes nos paralizan? Puede que ese mal-sentir nos esté alertando de algo real, pero también puede que sea una falsa alarma. ¿Y cómo saberlo? Escucha a tu cuerpo, reconoce lo que estás sintiendo, y dale su espacio, acéptalo. Y después a ponerse a la acción: bien sea para tomar otro camino o bien sea para enfrentarnos a ese miedo irracional. Mi entrenador de baloncesto siempre decía que las agujetas se quitan corriendo más, pues esto es algo parecido: el miedo se quita haciendo, mirándolo a la cara y valorando la realidad de este miedo.

IMG_0146Vivimos en una sociedad en la que nos dicen que todo es peligroso y puede tener unas consecuencias desastrosas, la sociedad del miedo: “no corras que te vas a caer”, “no digas eso por si te quedas sin trabajo, porque según están las cosas…”, “cuidado con votar a este o aquel porque a saber…”, “cuidado con lo que dibujas…” y así podría estar indefinidamente. Escuchas la radio o la televisión y presentan un mundo lleno de peligros y conflictos, cuando la realidad es mucho más bella que todo eso.

Y cuando las decisiones de nuestra vida son tomadas desde el miedo, sin integrar la realidad de lo que pensamos y sentimos, de nuestra propia realidad, no son verdaderas decisiones, porque no podemos hacernos plenamente responsables de sus consecuencias. Serán las decisiones de otros, no las nuestras.

Así que si quieres algo en tu vida, escucha a tus pensamientos que son el lenguaje del cerebro, y también a lo que sientes, tus sentimientos, que son el lenguaje del cuerpo, y haz que los dos vibren al unísono, y así no habrá nada ni nadie que te pueda detener.