¿Te has parado a pensar cómo es el proceso que sigues para tomar decisiones? Cuando hablamos de la “toma de decisiones” la tendencia es a pensar en grandes decisiones, sin embargo, a lo largo del día tomamos miles de decisiones que condicionan cómo es nuestro bienestar.
Pero antes de nada… ¿qué es esto de tomar decisiones?
1. Qué es decidir
Decidir implica “decir Sí” a algo y desechar el resto de opciones, lo cual parece algo obvio y sencillo, pero nada más lejos de esto, porque en este proceso juega un papel importante nuestro lado emocional.
2. Cómo es tu proceso para tomar decisiones
Para tomar decisiones hay que tener en cuenta dos partes, que entran en lucha: la parte racional y la parte emocional.
La parte racional es que la que nos permite procesar las ventajas y desventajas de decir sí a una cosa frente al resto de opciones de una manera “objetiva”, y puede que con esa valoración puedas hacer que la balanza se decante por una opción claramente.
Sin embargo, la parte emocional es muchas veces la que mueve la balanza más allá de la parte racional. Es más, incluso aunque nuestra parte racional vea claramente que algo nos nos viene bien claramente, al final acabas cayendo en la trampa de siempre.
Te pondré un par de ejemplos:
- Tu color favorito es el rojo (el mío lo es) y vas a comprar. Ya tienes un jersey rojo, una blusa, roja, tres camisetas rojas… abres tu armario y ves rojo por todos los sitios. Y sales un día a comprar algo nuevo, ves un jersey precioso de color verde y al lado un rojo. ¿Cuál terminas comprando? El rojo!!! Y cuando llegues a casa, puede que te justifiques diciendo que el color rojo es tu favorito, que te sienta muy bien… pero seamos sinceros: no era la mejor opción, el jersey verde era estupendo.
- ¿Y qué pasa con la comida? Vas comprar al supermercado, y te has prometido a ti mismo que no vas comer tanto dulce. Pero entras al supermercado y ves todas esas estanterías llenas de turrones y chocolates apetecibles. Y entonces tu mente comienza a decirte: “¿Has visto ese tableta que pinta tiene? Ese turrón es nuevo, debe estar buenísimo. ¿Y si lo compras y te comes solo un trocito pequeño todos los días?”
¿Sabes cuál es el resultado final? El chocolate acaba en el carro de la compra a pesar de tus buenas intenciones.
Las emociones nos arrastran muchas veces para tomar decisiones en un sentido u otro, y la mayor parte de las veces no somos conscientes de todo esto. Tomamos decisiones, grandes o pequeñas, en base a la parte emocional de nuestra mente. Esto es algo que las técnicas que se enseñan para tomar de decisiones no tienen en cuenta y es por eso que muchas veces no dan una repuesta acertada y ajustada a lo que nosotros realmente deseamos o no ayudan a gestionar aquello que nos da miedo, y la incertidumbre de si la decisión que he tomado es la mejor o no.
En este proceso hay dos emociones que gobiernan de manera significativa el barco: el miedo y el placer.
En los ejemplos anteriores estaba claro: conseguir un jersey de mi color favorito, y en el segundo esa recompensa del paladar, seguida del subidón de azúcar.
Nuestro instinto nos hace movernos para proporcionarnos placer o para alejarnos de una amenaza.
Y por otro lado, el miedo, esa emoción que nos va a proteger del posible daño que nos pueda causar decidirte por algo. Y a veces, cuando ese miedo es muy grande, lo que puede hacer es que no lleguemos nunca a tomar una decisión, y entremos en un bucle infinito de control y de inmovilidad (pero de eso hablamos otro día).
Hace unos meses hablaba en esta otra entrada de cómo gestionar el miedo que sentimos. Pero antes de eso debemos ser conscientes de lo que estamos sintiendo realmente.
Mi pregunta ahora es: ¿en base a qué tomas tus decisiones: placer o miedo?
3. Tomar consciencia de tu toma de decisiones
Una cosa que tenemos que tener clara es que tomar decisiones, al final, tiene ambos ingredientes: miedo y placer.
La toma de decisiones puede generar miedo, ya que descartamos otras opciones y esto, en mayor o menor medida, es no es seguro (en la vida no hay nada seguro), y al mismo tiempo cuando tomas una decisión, te sientes bien contigo mismo y con lo que esperas conseguir.
¿No te ha pasado que no has dormido bien pensando en algo hasta que finalmente has tomado una decisión? En ese momento, el miedo desaparece y llega la calma.
Ahora bien, si queremos mejorar cómo tomamos decisiones y tomar aquellas decisiones que nos permitan vivir más a gusto con nosotros mismos, la mejor manera es ser conscientes de lo que nos sucede, de todo este proceso emocional que nos mueve y del que muchas veces nos somos conscientes, de manera que al final vivimos en piloto automático, sin dirigir el timón del barco de nuestra vida.
Si queremos elevar nuestro nivel de consciencia y ser capaces de tomar una mejor perspectiva de cómo nos movemos por el mundo, no hay nada mejor que aprender a pararnos y tomar perspectiva, acompañados o simplemente aprendiendo a parar y observando estos juegos de nuestra mente. Y la práctica de Mindfulness te proporciona esta capacidad de toma de perspectiva, que te llevará a tomar decisiones más conscientes.
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