El placer de encontrarse a uno mismo
Durante la adolescencia nos convertimos en individuos extremadamente gregarios. No podemos hacer nada sin la aprobación, explícita o no, del grupo. En caso contrario nos sentiremos desprotegidos, a la intemperie de la sociedad, y esto a cierto nivel es sinónimo de muerte.
Cuando nacemos somos individuos totalmente dependientes. A diferencia de otros mamíferos, nosotros no somos capaces de comenzar a andar hasta el año o año y medio. Si viviéramos en la selva, nuestra esperanza de vida sería de horas. Es por ello que necesitamos del otro, del grupo para sobrevivir.
Sin embargo, llegada la etapa adulta en la cual ya somos capaces de valernos (al menos físicamente) por nosotros mismos, nos damos cuenta de que necesitamos conocernos a nosotros mismos. Saber quiénes somos, qué nos gusta, qué no nos gusta,… Y todo esto es un proceso que durará hasta el día que nos muramos.
Y es, tal vez, en los momentos “malos”, en los que se abre una ventana para adentrarnos en lo más profundo de nuestro ser. Estoy casi segura que todos guardamos en nuestra historia vital recuerdos de situaciones y momentos que nos han supuesto un reto. Esas situaciones, por más que las podamos etiquetar como “malas”, se convierten en oportunidades para conocernos mejor. El dolor puede convertirse en la semilla de algo bello si somos capaces de aprender de esa circunstancia.
Ante la muerte y el dolor, encontramos el coraje para mirarnos al espejo y descubrir que somos mucho más fuertes de lo que creíamos.
Y también, cuando tenemos una pareja, es una buena oportunidad para conocernos, para descubrir cuáles son nuestros límites y trabajar para expandirlos, y crecer como personas. Las parejas están continuamente espejando lo que somos y mostrándonos los puntos donde es necesario que nos amemos más.
También están los hijos que, como digo yo muchas veces, son capaces de sacar a lo grande todo lo bueno y lo malo que somos: nuestros miedos, nuestra creatividad, nuestros límites… Son grandes maestros en cuerpecitos pequeños.
Y cuando llegas a estos momentos de madurez es un placer encontrarse con uno mismo. Darte cuenta que esos momentos, que en su día los vistes como un reto, ahora desde la distancia, te hicieron aprender que dentro de ti tienes muchos más recursos de los que podías imaginar. Y desde allí puedes volar más alto e iluminar a otros en su camino.
Si no fuera por estos momentos, nuestra vida se convertiría en un monótono suceder de los días. Sin novedades, sin retos, sin crecimiento… Y entonces comenzamos a morir poco a poco.
Y puede dar miedo encontrarnos con nosotros mismos, con nuestras luces y nuestras sombras, no vaya a ser que no seamos tan buenos como nos dijeron o no vaya a ser que descubramos que somos incluso mejores. Y ambas opciones dan miedo. ¿Porque qué haremos si descubrimos nuestro verdadero potencial? ¿Tendremos el valor para ponerlo en movimiento?
Tal vez, en ese descubrimiento, en ese momento de ponernos cara a cara frente al espejo, comencemos a amarnos y queremos, a confiar en nosotros, para después salir al mundo y brillar. ¿Te atreves?
Ni siquiera el mejor explorador del mundo hace viajes tan largos como aquel hombre que desciende a las profundidades de su corazón.
Julien Green
Bueno, decir que “durante la adolescencia nos convertimos en individuos extremadamente gregarios” tiene un aspecto peyorativo importante y parece que somos solo individuos adultos responsables de si mismos. Y no es cierto. Somos seres extremadamente sociales, nacemos dependientes como bien afirmas y casi todo nuestro desarrollo se forma y conforma en las relaciones. Somos relación antes que individuo, no es bueno olvidar eso. No es que lo olvides, pero me parecía interesante introducir esta matización.
Encanta de conocerte Antonio y de escuchar tu comentario. Cuando hablo de que durante la adolescencia los jóvenes se comportan de manera extremadamente gregaria no creo que sea peyorativo, es parte del proceso que necesitan hacer para llegar a ser adultos. Se distancia de la familia y comienzan a unirse a reafirmarse fuera de ese entorno uniendose a grupos con los que identificarse y experimentar hasta encontrar y encontrarse a sí mismos. Y estoy totalmente de acuerdo de que el hombre por naturaleza es social y ser adulto implica responsabilizarse de uno mismo y de sus acciones, viviendo y respetando las normas de la sociedad.
Y de nuevo, muchas gracias por tu aportación.