Redes sociales, el espejismo de la conexión
¿Cuánta gente no está conectada a Facebook, Twitter o Instagram? Son rara avis los que se resisten a no pertenecer a alguna de estas redes sociales. Y sin embargo, cada día crece más el sentimiento de soledad, de estar desconectados del mundo y de nosotros mismos.
En la sociedad de la inmediatez, los amigos se hacen a golpe de clic. ¿Cuántos amigos tienes en tu Facebook? Pues yo más, solo es cuestión de un par de clics. Y la cuestión profunda de la relación se ha dejado a un lado. Requiere tiempo eso de sentarse frente a un amigo, con un café de por medio (o una cerveza, que también vale), y hablar de uno mismo, de cómo te sientes, de lo que te preocupa…o simplemente compartir un rato de risas. Requiere tiempo, un bien aparentemente escaso en esta sociedad en la que vamos corriendo a todos los sitios. Hay que hacer mil cosas importantes.
Compartir con un amigo (o con tu pareja) requiere intimidad, eso que da tanto miedo y que muchas veces evitamos. Eso que, como un buen guiso, requiere tiempo. No es posible fraguar una amistad profunda a golpe de clic. Una amistad, de esas de verdad, necesita de momentos compartidos, de mirarse a lo ojos, de abrazos, de reír juntos, de llorar juntos… De mostrar la vulnerabilidad de cada uno y aceptar la grandeza de nuestras limitaciones y las limitaciones del otro; siempre con una mirada de Amor y comprensión. Y eso no se hace a golpe de clic.
En un mundo donde las “redes sociales” nos acompañan las veinticuatro horas del día, es en estos momentos donde la soledad más profunda impera en el corazón de la gente. Esperamos los “likes” en nuestras publicaciones como tabla de salvación frente a esa soledad, sin darnos cuenta de que eso es solo un espejismo y que cada clic nos hace estar más separados de nosotros mismos.
Cada uno de esos “likes” hace que nuestros niveles de dopamina, oxitocina… y demás hormonas se disparan. Sin embargo, cada uno de esos “likes”, no proporcionan experiencias significativas de conexión, y después del “subidón” volvemos al punto de partida; y de nuevo publicamos y volvemos a esperar “likes”. Y esto no es muy diferente al yonky que espera cada día su droga. Nos hemos convertidos en yonkis de los “Me gusta”.
Esto no quiere decir que estas redes sociales no aporten un valor. Las redes sociales nos permiten compartir gran cantidad de información, compartir nuestro trabajo, nuestras inquietudes,recuperar amistades perdidas o estar en contacto con gente que vive lejos. Pero esto no es a lo que me refiero cuando hablo de las redes sociales. Me refiero a que las hemos convertido en un sustituto, en un mal sustituto de las relaciones reales y que sirven de tapadera a un gran vacío existencial.
Esto nos está llevando a mantener relaciones superficiales, como las que podemos hacer a través de estas “redes sociales”, relaciones que no pueden llenar nuestra experiencia humana. Porque somos mucho más que un “Like”.
Hace un año, me robaron el móvil, y estuve cuatro días sin “conexión”; y fue toda una experiencia. Al principio, debo confesar que hasta lo pasé mal, pero al segundo día me sentía más ligera, con menos cosas en la cabeza…menos ruido. Y como decía antes, no es cuestión de demonizar a las redes sociales, más bien consiste en saber utilizarlas para lo que son y no como sustitutos de las personas. Que en mi cuenta tenga mil llamados “amigos”, no quiere decir que con todos ellos establezca una relación de amistad, si me creo esto, entonces empiezo a tener problemas…
¿Cuántos problemas de depresión y soledad se solucionarían si dejamos el móvil a un lado y buscamos encuentros reales con las personas? ¿Si la mitad del tiempo que invertimos en dar a “Likes” lo dedicamos a compartirlo con personas reales de carne y hueso?
Así que te invito a dedicarle más tiempo a las personas reales y construir a fuego lento relaciones significativas. Porque, sabes… hay vida más allá de las “redes sociales”.
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